domingo, 2 de enero de 2011

Dimensiones Sonoras

Hace un mes tuve la oportunidad de estar en Barcelona, España, cursando algunos talleres de Arte Contemporáneo. En mi búsqueda de actividades me lleve muchas sorpresas por la variada oferta de cursos, la mayoría gratuitos, y el nivel tan alto tanto de maestros como participantes.

Uno de los centros culturales que cuenta con una gran cantidad de cursos y seminarios es Arts Santa Monica, y fue ahí donde me topé con un taller de arte sonoro que me apasionó desde el título: “Dimensiones sonoras”.

El taller, consistente en 5 días de curso intensivo, tocaba diferentes temas sobre el arte sonoro pasando por cuestiones teóricas y prácticas. Los maestros, Concha Jerez y José Iges, de quienes conocía más bien poco de su obra, me mostraron en sólo unas horas del primer día su gran calidad de producción y nivel enseñanza que poseen.



Asi mismo pude notar inmediatamente la calidad del grupo, bastante heterogéneo por cierto, conformado por periodistas, estudiantes de diseño grafico, de modas, músicos, productores de sonido, técnicos de audio, poetas, estudiantes de bellas artes, artistas visuales y sonoros, etc.

Uno de los objetivos del curso era realizar un proyecto sonoro. Después de un sinfín de ideas individuales (todas todas ellas ya muy concretas), algunas críticas de parte de los maestros, propuestas de colaboración de los compañeros, y un sinnúmero de posibilidades para expandir cada proyecto uno de los asistentes, Jordi Salvado, técnico de audio y colaborador de proyectos de artistas, sugirió la idea al aire de un proyecto colectivo.

La propuesta tenía sentido: aprovecharíamos el material técnico que teníamos (8 grabadoras de audio con sus respectivos micrófonos y algunas bocinas) y el hecho de ser mucha gente con el mismo interés del sonido, el estar todos en el mismo espacio y tiempo, y un solo objetivo: Crear.

La idea concreta para el proyecto apareció después de algunas conversaciones y propuestas y estaba basado en el aspecto conceptual de producir una pieza de arte con el sonido de lo que nos rodeaba. Nos encontrábamos en el corazón de Barcelona y nos dispondríamos a captar sus "latidos".

El curso era justo al lado de uno de los lugares más concurridos de la ciudad (las ramblas) y muy cerca de ahí se encuentra el mercado de La Boquería, otro de los lugares más interesantes y populares de la ciudad que encima encima posee una gran cantidad de experiencias sensoriales como es el sonido característico de un mercado: Un contenedor de un audio enriquecido de distintas actividades muy interesantes acústicamente.


En concreto, el registro de los latidos se haría en equipos caminando con una grabadora y un micrófono desde el centro del mercado y hacia afuera en los cuatro puntos cardinales (a nuestro equipo nos me toco ir al norte) para después volver al punto de origen. Cada grabación duraría 5 minutos y nos daría como resultado cuatro registros que sonaba igual al comienzo, se dispersaba y distorsionaba según su dirección, y volvia al mismo sonido al terminar la acción de nuevo juntos al centro.


Una vez terminado el registro regresamos a Arts Santa Mónica e hicimos un prototipo de la pieza reproduciendo los 4 audios en 4 bocinas apuntando a los puntos cardinales respectivos, nosotros al centro como espectadores.

Arrancó el sonido y su notoria similitud acústica desde el aplauso que marcaba el inicio, segundo a segundo el sonido cambiaba, una voz en una bocina, unas campanas por la otra, motocicletas hacia el sur, y el sonido de pájaros al norte, uno podía transitar de un lado a otro tratando de hilar los sonidos ya diferidos en esa mezcla de espacios "originales" y el nuevo espacio compartido en aquella habitación. El audio regresa, se condensa volviendo al origen, la acústica “mercadera” se unía en cada una de las cuatro bocinas con un grito poco diferido en fuerzas pero igual en contenido:
¡Hay calamares!



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